¿Por qué arquitectura y sexo deben ser amigos?
Promover un diálogo entre la arquitectura y nuestra sexualidad
podría hacer de esta intersección una valiosa herramienta de evolución
social.
En el lugar en que habites consagra siempre un sitio a lo sagrado.
George Gurdjieff
A lo largo de nuestra historia, el ‘arte
del espacio’, la arquitectura, se ha manifestado mediante una rica
variedad de desdoblamientos. Estos han respondido a diversos objetivos,
desde la panóptica vigilancia hasta la imponente defensiva, pasando por
la resonancia sagrada, la laberíntica confusión o la pragmática
simpleza. Pero ¿existe un discurso arquitectónico que favorezca la
sensualidad o, incluso, el sexo?
Resulta sorprendente lo poco que se ha
promovido un diálogo consciente entre la arquitectura y la sexualidad –a
pesar de que el sexo ocupa un lugar protagónico dentro del imaginario
colectivo, y que generalmente suele suceder bajo techo. Y si tomamos en
cuenta que tradicionalmente el diseño de espacios se asocia con la
noción de ordenarlos, mientras que el sexo es esencialmente un pulso que
deviene de la semilla del caos, entonces esta potencial conversación se
vuelve aún más estimulante, y necesaria.
Al menos durante el último siglo, el
estándar arquitectónico ha procurado sintonizarse con ciertos valores
sociales, probablemente inspirados en el pragmatismo, como la eficiencia
y la civilidad, además de adaptarse, en mayor o menor medida, a cánones
culturales asociados con el estatus social, el ser (o parecer)
respetables frente a la comunidad, y el brindar protección física a ‘los
nuestros’. Sin embargo, pocas veces toma en cuenta su injerencia en las
relaciones apasionadas, incluidas las sexuales, que habrán de
encausarse al interior de estos espacios.
En un notable ensayo publicado recientemente por Richard Williams,
y cuya lectura me invitó a escribir este texto, el autor señala que “si
la arquitectura es una representación física de una sociedad, entonces
en un contexto occidental como el nuestro, está orientada a mantener un
velo sobre nuestra sexualidad”.
Intrigado por este fenómeno, Williams se
dedicó a investigar los pocos encuentros entre sexo y arquitectura
registrados en occidente durante el último siglo –más allá de los poco
refinados destellos porno-decorativos a los que podríamos asociar la
relación entre sexo y espacios. Aquí podríamos mencionar, entre otros
pocos ejemplos, el complejo habitacional creado por Le Corbusier en
Marsella, Unité d’Habitation (1952), y en especial la obra del genial Nieymayer, quien lograba transmitir con alta fidelidad la desbordante sensualidad brasileira
en sus diseños. Además de estas obras, podríamos mencionar múltiples
comunas que tomaban en cuenta una sexualidad liberal al momento de
construir sus espacios, pero que de algún modo era una especie de
estatuto ideológico y no un diálogo cotidiano.
Lamentablemente los destellos
ero-arquitectónicos del occidente moderno tienen que ver, lejos de una
orgánica libertad, con distorsiones culturales, como los espacios
acondicionados para filmar porno, con un desplante de extravagancia
elitista que poco beneficio implica a la sociedad en general, o
simplemente son lugares que predisponen ciertas conductas, por ejemplo
el voyeurismo, sin honrar la genuina espontaneidad del pulso sexual
–privilegian lo kinky sobre lo lúdico, y la híper-sexualidad sobre la fluidez.
En lo personal creo que en la medida que
logremos, como sociedad, establecer una relación más sana con nuestra
sexualidad, enriqueceremos significativamente el imaginario compartido,
favoreciendo la naturalidad, mientras que diluimos miedos y tabúes. Y si
tomamos en cuenta lo determinante que pueden ser los espacios en
nuestra vida, factor que influye en las dinámicas sociales que se gestan
al interior de ellos, pero también en los estados de ánimo, y hasta en
nuestra forma de narrarnos la realidad, entonces podemos concluir que la
necesidad de una arquitectura que promueva una sexualidad disfrutable y
saludable es, más allá de una frívola abstracción, una valiosa
herramienta de evolución social.
Twitter del autor: @paradoxeparadis
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