Las corporaciones interneteras parecen estar disfrutando el
hecho de que nuestro cerebro aún no desarrolla las facultades necesarias
para procesar la enorme cantidad de data a la que estamos expuestos.
Tras la ruptura de la gran burbuja de
internet en el año 2000, que marcó el fin de una fiebre viralizada de
inversiones especulativas en empresas ligadas a la Red, cientos de
compañías se enfrentaron a una gran incógnita: cómo monetizar el intenso
flujo de información y distribución de contenidos.
Durante la búsqueda de esta respuesta se
recurrió a folclóricas estrategias, por ejemplo el uso de los nefastos
pop-ups, y se ensayaron erráticos ejercicios que poco redituaron. Sin
embargo, y a pesar de que aún existen múltiples actores que continúan
tras el rastro de la mina digital, parece que al menos algunas compañías
ya encontraron la piedra angular del negocio internetero: publicidad
dirigida a la medida, confeccionada gracias a enormes cantidades de
información que poseen de sus usuarios.
Tal vez no haga falta decir que los
principales beneficiados de esta nueva práctica son precisamente los dos
mayores bancos de información de la Red: Google y Facebook. En el caso
del primero, cada día difunde 30 mil millones de ads dirigidos, mientras que la empresa de Zuckerberg despliega 7 mil millones.
Si bien lucrar con nuestra data tiene
más de un aspecto cuestionable, lo cierto es que también existen
argumentos que le favorecen claramente: publicidad más relevante a
nuestros intereses y menos intrusiva. Pero en un artículo publicado
recientemente por Buzz Feed, Allison McCann plantea lo que podría ser el
mayor riesgo de esta nueva era publicitaria: que la sofisticación para
procesar información por parte de los anunciantes rebase nuestras
propias funciones cognitivas y termine envolviéndonos en una danza que
simplemente no comprendemos –con el grado de vulnerabilidad que esto
implicaría–.
De acuerdo con Clifford Nass, director del Communication between Humans and Interactive Media (CHIMe) Lab de
la Universidad de Stanford: “Los humanos no estamos diseñados para
escrudiñar las fuentes y causas de la información. Tal vez mejoremos en
esta tarea luego de esto (la publicidad targeteada) pero actualmente no
estamos preguntándonos el por qué”.
El punto es que hoy nos enfrentamos a un
cause de información que, quizá por la rapidez con la que se desató,
nuestra mente apenas comienza a desarrollar las habilidades para
manejarla con lucidez. Y si a este flujo frenético de data añadimos
anuncios camuflados entre miles de hebras, entonces resulta muy posible
que ni siquiera logremos discernir entre los mensajes de nuestros
“amigos” y las sugerencias de comprar algo que encaja con nuestro estilo
de vida (aunque hasta ese momento probablemente ni siquiera sabíamos
que existía).
Hasta ahora queda claro que el gran
negocio de Internet tiene que ver con el almacenaje de información sobre
usuarios. Esa data es posteriormente procesada por medio de algoritmos
que establecen perfiles de consumidores y generan correspondencias entre
estos y las potenciales intenciones de compra de una persona. Pero
aparentemente esta data esta siendo traducida en monumentales ganancias
para aquellos que la poseen, aprovechando que nuestro cerebro aún no
esta capacitado para hacerle frente al bombardeo informativo al que está
expuesto –y aquí podría estarse inaugurando un debate neuroético
alrededor de la publicidad y las nuevas herramientas que utiliza para
imprimirse en nuestras mentes–. Y si te interesa conocer más a detalle
la interacción de los ads con tu cerebro, te recomiendo que leas el texto de McCann, How Your Brain Deals With Google And Facebook Ads.
Ahora, más allá de lo siniestro del
escenario, y sin entregarnos a dramas ideológicos, resulta apasionante
el hecho de que a fin de cuentas estamos ante un reto que nos demanda
una evolución acelerada para confrontar las actuales prácticas
publicitarias pero sobretodo, para poder aprovechar el carnaval
informativo que tenemos el privilegio de vivir en estos tiempos, y así
no solo rebasar las agendas comerciales de las corporaciones web, sino
propulsarnos a un simple destino: una mejor calidad de vida
compartida.
Fuente: http://pijamasurf.com/2013/02/sobre-como-facebook-y-google-aprovechan-nuestras-limitantes-para-procesar-informacion/
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